jueves, 25 de junio de 2015

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Un sueño hecho realidad. 
Vamos a complicar aún más la situación. Reaparece en escena el capitán Sturgis.

                                     El capitán John Sturgis aceptó la taza de té que le tendió su criada hindú.
                                     Había regresado a Calcuta hacía unos días tras haber estado fuera desde poco después del comienzo de la temporada del monzón.
                                    Su casa no se había visto muy afectada por las tormentas. Los criados se habían ocupado de arreglar los pocos desperfectos que había sufrido. El capitán disfrutaba de su trabajo. A bordo de su barco, se sentía el dueño y señor del mar. Era una sensación indescriptible la que le embargaba. Cierto era que pasaba mucho tiempo fuera de su casa. Sin embargo, merecía la pena.
                                     Viajando, había conocido a muchas personas. Había destrozado unos cuantos corazones.
                                     Pero la sensación de libertad que experimentaba cuando surcaba el mar no la cambiaba por nada del mundo.
                                     Se le veía siempre en el puente. Consultando un mapa. Hablando con su segundo de a bordo. No pensaba dejar su trabajo después de casarse. Era algo que su futura esposa debía de entender.
                                    No había nacido para estar en un lugar fijo.



                                     Releyó con gesto serio la carta que su madre le había escrito desde Inglaterra. Desde luego, eran malas noticias.
                                      Su tío se había recuperado de la enfermedad que había sufrido. Pero no sólo se encontraba mejor.
                                      Su sobrino John ya no sería el marqués de Quenberry. Decía que no servía para ostentar aquel título. Debía de vivir de manera fija en Londres. Ni siquiera podía saltarse ni una sola cita en el Parlamento. Lord Quenberry tenía escaño en la Cámara de los Lores. Incluso, había ostentado el cargo de Presidente de la misma. Su sobrino no servía para eso.
                            Había decidido que otro sobrino suyo, primo del capitán, heredera aquel título. Naturalmente, mistress Sturgis estaba furiosa. Había dado por sentado que su hijo mayor sería el nuevo lord Quneberry. Pero no había sido así. No sería así.
                           Mistress Sturgis escupía veneno en sus líneas. Estaba furiosa con el hermano mayor de su difunto marido, el padre de su hijo. Creía que las cosas cambiarían si John se casaba. Pero parecía que se estaba tomando el asunto con demasiada calma.
                                     John dejó la carta encima de la mesita que estaba frente a él. Se hallaba sentado en el sofá de terciopelo de color dorado del salón de su casa en Calcuta. Ya habían transcurrido algunos meses desde el inicio de la temporada de monzones. Unos meses en los que no había visto a Estelle Templewood.
                                    Se quedó pensativo. Estelle no le había escrito en aquellos meses. No había recibido ni una sola carta suya. ¿Acaso lo había olvidado? Creía que había algo entre ellos. Al capitán Sturgis le gustaba Estelle. Era una joven muy atractiva. Demasiado parlanchina...
                                   Desde luego, la marquesa de Quenberry no debía de ser como lo era Estelle Templewood.
                             Debía de ser más comedida. No debía de decir lo que pensaba. Y Estelle no era para nada comedida y sí, en cambio, era demasiado impulsiva.
                             Sin embargo, la muchacha era la hija de uno de los hombres más ricos de la colonia inglesa en Calcuta. Cierto era que sir Joshua Templewood había pecado de excéntrico al casarse en primeras nupcias con Chandramani, la hija de un jefe tribal. ¡Tan sólo porque la había dejado embarazada!
                                 Un comportamiento tan estrafalario sería una ofensa imperdonable en Inglaterra. Jai, el hermano mestizo de Estelle, no debía de visitar jamás Londres.
                                 El capitán Sturgis pensaba que su tío acabaría recapacitando. Él se convertiría en lord Quenberry.
                                 Necesitaba a su lado a una esposa como Estelle. Se le estaban acabando las opciones. Arabella Winter era demasiado vieja. Charlotte Smithers era demasiado escandalosa. Jane Watkins era demasiado histriónica. Quedaba Polly, quien, en su opinión, se maquillaba demasiado. ¿Y Lily? Demasiado pelirroja...No...
                                Había hecho una lista con las posibles candidatas a ser su esposa. Y la lista se había visto reducida al nombre de Estelle Templewood.
                               El capitán esperaba recibir tarde o temprano noticias de la chica. Estaba convencido de que ella sentía algo por él.

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