martes, 23 de junio de 2015

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, toca un nuevo fragmento de Un sueño hecho realidad. 
Veamos qué ocurre después de que Daniel le dé a lady Birkhurst la noticia de que va a casarse con Estelle.

                                     Daniel respiró aliviado cuando aquel médico de expresión seria salió de la habitación de La Tacañona.
                                      Por suerte, la mujer sólo había sufrido un desmayo. En opinión del médico, había recibido un impacto muy duro. O eso o es la Reina de la exageración, pensó Daniel.
                                      Quería preguntarle al médico si era el doctor Humphries. El mismo doctor Humphries que había traído a Estelle al mundo. El mismo doctor Humphries que asistió a Olivia cuando dio a su segundo hijo, Alistair. El niño que tuvo con Freddie. Pero no sabía cómo preguntárselo.
-¿Está muy chunga?-quiso saber el joven.
-No entiendo lo que quiere decir, pero su madre sobrevivirá-contestó el médico, fulminando a Daniel con la mirada.
-¡Qué alivio, tío!
-¿Perdone?
-Cosas mías...



-Procure que descanse por esta noche.
-Así lo haré.
                                    Kanvar acompañó al médico a la entrada.
                                    Daniel se quedó solo en el salón.
                                    Definitivamente, no era el doctor Humphries. Aquel médico tenía un fuerte acento portugués. El doctor Humphries era inglés o, al menos, pertenecía a la colonia inglesa de Calcuta.
                                    Por la noche, se encontró con Estelle en los arrozales.
-¡Qué feliz soy, Freddie!-exclamó ella cuando llegó a su altura-¡No te lo puedes imaginar!
                                    Por suerte, el médico portugués había administrado algo llamado láudano a La Tacañona. La había dejado fuera de combate durante toda la noche. En el fondo, Daniel sentía lástima por aquella mujer.
                                  Su hijo había resultado ser una tremenda decepción. Posiblemente, acabaría depositando sus esperanzas en el hijo de éste. Ignoraba si Olivia y Jai iba a tener una segunda parte. Y qué papel jugaría Estelle en aquella segunda parte.
-Mi madre...-empezó a hablar Daniel. Le resultaba difícil referirse a lady Birkhurst como su madre cuando, en realidad, no era su madre-Lo sabe. Sabe lo nuestro.
                                   Se detuvo en aquel pensamiento. Lady Birkhurst era la madre de Freddie. Pero no era su madre. Podía sentir pena por aquella mujer.
                                   Pero no tenía porqué obedecerla. Daniel era mayor de edad.
                                   A pesar de lo absurdo de aquella situación, amaba a Estelle. Y, si quería, podía casarse con ella.
                                   Las únicas personas a las que debía de rendir cuentas no estaban en Piedade. Y, por desgracia, no estaban vivas en su mundo. Pero, ¿acaso no estaba viviendo en el mismo mundo que él conocía? Piedade debía de existir. Al menos, en Geografía. Lo mismo que la isla de Dívar. Lo que estaba ocurriendo allí era real.
                                    Era real.
                                    Tan real como el cuerpo desnudo que se pegó a su cuerpo desnudo mientras yacían acostados sobre el suelo del arrozal.
                                    Tan real como la piel que sus dedos acariciaron. Como el cuerpo que estaba debajo de su cuerpo y que abrazaba con fuerza.
-El capitán Sturgis no lo sabe-le contó Estelle-Se lo quiero contar por carta. Cuanto antes lo sepa, mejor.
-¿No te asusta cómo pueda reaccionar?-se inquietó Daniel.
-Parece un hombre inofensivo.
                                      Los labios de Daniel se apoderaron de los labios de Estelle. Perdió la cuenta de las veces en la que la besó. Los besos que le dio estaban cargados de ardor. Fueron besos largos y apasionados, pero, al miso tiempo, besos muy dulces.
                                      No permitiré que te ocurra nada, pensó.
                                      La besó una y otra vez en el cuello, maravillándose por lo esbelto que era.
                                      Había perdido a Alejandra y también había perdido a Ana.
                                      Oyó gemir a Estelle mientras llenaba de besos sus pechos, pequeños y redondos, pero firmes.
                                     Recorrió con su lengua el vientre liso de la muchacha que se estremecía debajo de él.
                                    Besó con delicadeza el sexo de la joven.
                                    Se introdujo lentamente en el cuerpo de Estelle. Todo su ser palpitaba por ella.
                                    Durante unos instantes, fueron un solo ser. Dos personas que se encontraban en la oscuridad para amarse a solas en un arrozal.
                                    Daniel sintió las manos de Estelle incrustadas en su espalda. El miedo a perderla se apoderó de él. Parecía estar maldito en lo relativo a todas las mujeres que había en su vida. Había perdido a dos de ellas. Ana...Alejandra...¿Y si le ocurría lo mismo a Estelle? ¿Y si la perdía?
                                   Se olvidó de todo cuando el mundo estalló en mil colores a su alrededor. Y Estelle mordió su hombro en un arrebato.
                                    Llenó de besos el rostro de la chica cuando se derrumbó sobre ella.
-Me moriría si te ocurriera algo-le confesó con la voz entrecortada-No quiero perderte. ¡No podría soportarlo!
-No me va a pasar nada-le aseguró Estelle.
                                   Le dedicó una sonrisa dulce y brillante.

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