miércoles, 7 de enero de 2015

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
Hoy, seguimos con Un sueño hecho realidad. 
Se produce un nuevo encuentro entre Daniel y el extraño yogui.

                                   Ha vuelto, pensó Daniel al asomarse a la ventana aquella madrugada.
                                   No había sido capaz de conciliar el sueño. Agradeció el que La Tacañona no quisiera hablarle.
                                    Pero no podía quitarse a Estelle de la cabeza. No sabía qué hacer. ¿Acaso era verdad que Freddie Birkhust iba a casarse con la tal Jane? ¿Dónde ponía eso en la novela? ¿Por qué no se encontraba en la novela? ¿Y por qué no podía arrancarse a Estelle de la cabeza? Quizás, porque llevo soñando con ella desde que me alcanza la memoria.
                                  Se negó, incluso, a desvestirse. Le dijo a Kanvar que se retirara a su cuarto.
-No debería de casarse con mensahib Watkins-opinó Kanvar-Usted no la ama. No entiendo cómo ha podido pedirle en matrimonio.
-¡No me acuerdo!-estalló Daniel, desquiciado-¡Te juro por Dios que no me acuerdo!
-Usted no es sahib Birkhust. Se comporta de un modo distinto. Es distinto.
-¡Porque no soy ese tío! Kanvar, no soy Frederick Birkhust. No sé qué estoy haciendo aquí. Sólo sé que éste no es mi lugar. Yo no pertenezco a este sitio.
                             A veces, Daniel tenía la sensación de que Kanvar le creía. Otras veces, pensaba que el hombre le había tomado por un loco. Sólo sabía que no quería estar más tiempo allí.
                            No dudó en bajar al jardín para hablar con el yogui en cuanto le vio.
-Tíio, me vas a sacar ahora mismo de aquí-le ordenó-Si esto es un sueño, despiértame de una puta vez.
-¿De verdad piensas que es un sueño?-le preguntó el yogui con serenidad-Entonces, lo que sientes por esa joven es también un sueño.
-¡Estelle es el personaje secundario de un puto libro romántico! ¡No es real! No puede ser real nada de lo que está pasando.
-Pero sueñas con ella. Lleva toda tu vida soñando con esa chica.
                          Al escuchar aquel comentario, Daniel se envaró.
                         ¿Cómo sabía aquel yogui que llevaba toda su vida soñando con Estelle Templewood? Cuando leyó Olivia y Jai, tuvo la sensación de que conocía a Estelle. Y, cuando Ana le habló de aquella novela, ya soñaba con Estelle desde hacía mucho tiempo.
                        De pronto, una idea pasó por su cabeza.
-Llévame a ver a la tía ésa que es amiga de la tal Olivia-le pidió al yogui-La que es Reina o algo así de un sitio. Maharaní...La tal Kinjal...Tiene brujos y hechiceras a su servicio.
                        El yogui no parecía conocer a la maharaní.
                       Daniel se paseó de un lado a otro con nerviosismo. ¿Acaso iba a pasarse toda la vida atrapado en aquel lugar? ¿Acaso no iba a regresar nunca a Murcia? Lo único que sabía era que no podía casarse con la tal Jane. Y que unos ojos de color azul como el cielo de Murcia le retenían allí.
                         El yogui pareció adivinar lo que Daniel estaba pensando.
-Es ella la que te retiene aquí-sentenció-Es real, como tú. Lo que sientes por ella, es real.
-¡No!-se negó Daniel-¡No puede ser real que lo único que deseo es que ría! ¡No puede ser real que salga a la calle con el único deseo de verla!
                          Y se dio cuenta de que eso era lo que estaba pasando. Estelle era quien le retenía en aquel sitio. El Sol salía sólo porque la veía a ella.
                         Y parecía que una nube gris había ocultado el Sol porque Estelle estaba sufriendo. Sufría por su culpa. Porque creía que iba a casarse con Jane.
                         No podía confesarle la verdad. Estelle no le creería.
                         Todo lo que quería era estar cerca de ella. Y sólo era feliz cuando la veía.
-La amo-admitió Daniel con gesto derrotado-Amo a Estelle Templewood.
-Entonces, ese amor que le profesas es real-concluyó el yogui.



                          Se alejó de allí dejando a Daniel solo.
                         El joven tuvo la plena conciencia de lo que acababa de decir.
                        Estaba enamorado de Estelle Templewood.
                        Era verdad lo que sentía por ella. Su amor por ella...
                        Y le parecía todo absurdo. Haberse enamorado de un personaje secundario de una novela romántica.
                        Lo que sentía por Estelle era distinto de lo que sentía por Alejandra y por Ana. Era un sentimiento que le asustaba.
                        Era demasiado fuerte. Demasiado intenso...
                        Le quemaba el pecho por dentro.
                           

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