sábado, 3 de agosto de 2013

UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Hola a todos.
El trozo de hoy de Un sueño hecho realidad nos presenta a Ana, la chica que está a punto de jugar un papel muy importante en la vida de Daniel.
Ana es una enamorada de las novelas románticas. Su pasión por este género trae de cabeza a su familia y a sus amigos, quienes no siempre la entienden.
¡Vamos a verlo!

                 En los primeros días de enero del nuevo año 1991, Ana Elena Hidalgo disfrutaba de su regalo de Reyes. Su madre, sabedora de que su pasión era la novela romántica, le había regalado un libro de unas 500 páginas. Se llamaba Una rosa en invierno y su autora era Kathleen Woodiwiss. Estaba entusiasmada con aquel regalo. Disfrutaba leyendo una buena novela romántica. Era su pasión.
                     Ana era una fiel lectora de novela romántica desde que era prácticamente una adolescente. Había empezado leyendo las novelitas de la colección Gaviota, que su madre conseguía con la revista Garbo o comprando Pronto. Ana se sentó en su cama. Puso las piernas encima del colchón. En el fondo, estaba deseando vivir una aventura romántica como las que ella solía leer. ¿Por qué, si no, había roto con Nando? A los ojos de sus padres, era el novio perfecto.
                 Se conocían desde hacía muchos años.
                  Ya todo el mundo daba por hecho que se iban a casar. ¿Cuándo había pensado Ana en casarse con él? Nando era un chico agradable. Le gustaba estar con él. Le agradaba. Podía ser un buen amigo. Pero no lo amaba.
                   Ana tuvo que admitir que tenían razón. Nando era el chico adecuado para ella. Compañero suyo desde que iban al colegio...Habían ido juntos al mismo instituto. Habían sido novios durante años. Pero...
                  Ana tuvo que admitir ante sí misma que no sentía nada cuando Nando la besaba en la boca.
                  Ella deseaba vivir una historia de amor apasionado, como las novelas que solía leer.
                 Se le escapó un romántico suspiro de su garganta. Kathleen Woodiwiss no era una de sus autoras favoritas. Había leído novelas suyas que habían empezado con los protagonistas violando a las protagonistas. Eso, más que arrancarle suspiros románticos, le había provocado gritos de terror. Sí, quería vivir una aventura como las que solía leer. ¡Pero no quería vivir un romance con un violador!
                     Ana tenía veinte años. Estaba estudiando el segundo año de Filología Hispánica en la Universidad. Hacía mucho frío aquel día. A través de la ventana de su habitación, Ana vio cómo empezaban a caer los primeros copos de nieve. Vivía en pleno centro de Murcia.
                    Pensó de nuevo en Nando.
                    Él seguía enamorado de ella. Pero Ana lo achacaba a la costumbre.
                    ¿Cuánto tiempo hacía que eran pareja? Empezaron a salir juntos cuando iban al instituto. Sus padres se mostraron encantados con la idea. El padre de Nando había hecho algunos negocios exitosos con el padre de Ana.
-Cuando crezcan, podrían casarse-sugería el padre de ella.
                 Una buena idea...
                 Nando y Ana habían jugado juntos cuando eran pequeños. Eran casi vecinos, pues Nando vivía en la calle de detrás de donde vivía Ana. Incluso, el hermano mayor de Ana se había casado con la hermana menor de Nando. Cerró el libro con gesto cansado. Nando insistía en querer volver con ella. No entendía el porqué de aquella ruptura. ¿Debía de darle una oportunidad?
                Alguien golpeó suavemente a la puerta. Entró en la habitación la mejor amiga de Ana, Tania Larraz.
               Tania tenía el cabello corto oscuro.
               Era alegre. Pero, al mismo tiempo, era muy seria.
               Tania y Ana eran mucho más que amigas. Eran casi como hermanas.
-Hola, Tani-la saludó Ana-Me alegro de verte.
-¿Qué tal llevas el día?-le preguntó la aludida.
              Ana se encogió de hombros. Abrazó con cariño a su amiga.
-No lo llevo del todo mal-respondió. Se separó de ella. Le enseñó la novela que había adquirido-¡Mira! Creo que los Reyes Magos han sido generosos conmigo este año.
-Veo que ya has abierto tu regalo de Reyes-observó Tania sonriente.
                 Ana se sentó en la cama. Se fijó en que Tania llevaba puesto un suéter nuevo. De color beige...
-Tú tampoco has perdido el tiempo-observó Ana, risueña.
                Tania se sentó a su lado en la cama.
-Tu padre dice que estás perdiendo el tiempo con esas tonterías románticas-le recordó.
-Mi padre no ha encajado bien mi ruptura con Nando-se lamentó Tania.
-Aún no entiendo el porqué has cortado con él, Ani. Mira, es guapo. Es inteligente. Cuando termine la carrera de Económicas, tendrá un trabajo fijo en la empresa de su padre. El cual, además, ha sido socio del tuyo. Tu madre y la madre de Nando son íntimas amigas. Hacíais una pareja estupenda. ¿Por qué has roto con él?
-Porque no le quiero.
-De sueños no se vive, Ani. Hay que vivir con los pies en La Tierra. Ser realista. Nando te quiere. Y tú también lo quieres. No es amor. Pero se le puede aparecer. Los Príncipes Azules no existen. No aparecen de la nada en un caballo blanco. Son tonterías.
-Yo quiero ser amada.
                Tania elevó la vista al cielo.
                Ella y Ana se conocían desde que eran niñas. Cuando Ana no estaba en la casa de Tania era porque Tania estaba en la casa de Ana.
               Eran mucho más que dos buenas amigas. Eran casi como hermanas. Se lo contaban todo.
               Ana tenía unos hermosos ojos de color verde esmeralda. Su rostro tenía forma de corazón. Tania la admiraba. De su grupo de amigas, Ana era la más guapa. Todas las cabezas se giraban a su paso.
               Tenía el cabello ondulado y largo hasta la cintura, de color chocolate. Todos decían de ella que llenaba de luz los lugares por donde iba. Ana decía que eso no era cierto. No quería fijarse en las miradas que se posaban en ella cuando entraba en la disco. O cuando entraba en el aula de la Universidad.
               Era una de las mejores estudiantes de su curso.
               El curso anterior, había obtenido varias matrículas de honor. Los padres de Ana estaban muy orgullosos de ella. Era obediente y muy responsable. Rara vez habían tenido que llamarla al orden. Excepto cuando decidió romper con Nando por un tonto capricho romántico. Según ellos, claro, porque Ana no lo veía del mismo modo.
               Desde siempre, Tania había sido un poco más cínica que Ana. Su primer desengaño amoroso fue a la tierna edad de trece años. Desde entonces, parecía desconfiar de todo el mundo. Los años la habían vuelto aún más cínica. Los años y las numerosas rupturas amorosas que llevaba a sus espaldas. Cada vez que Tania entregaba el corazón, se lo rompían. Había creado una especie de escudo para protegerse de los hombres. Vivía blindada con aquel escudo de cinismo y de dureza.
                En el fondo, envidiaba el romanticismo de Ana.
-Vas a acabar como el Quijote-le advirtió.



                  Ana se encogió de hombros.
-No me puedo creer que te hayas vuelto tan escéptica-observó.
-Tío que ha pasado por mi vida, tío que me ha jodido-le recordó Tania.
-Bueno, no todos los tíos son así. Si quieres, puedes ligarte a Nando.
-No, gracias. Está muy pillado por ti. Deberías de darle otra oportunidad.
-No se trata de darle una oportunidad o de darle cuarenta oportunidades. Se trata de lo que yo sienta, Bego. Y yo no siento nada por Nando. Excepto cariño...
-Eso es bueno. El cariño es un sentimiento muy bonito.
                Ana se dijo que Tania era igual que sus padres. Le estaba diciendo que debía de volver a ser novia de Nando.
                A lo mejor, todos tienen razón, se dijo Ana.
                ¿Por qué no intentaba ser feliz a su lado? Nando siempre había sido muy bueno y muy cariñoso con ella. A lo mejor, no era el tío más romántico del mundo. Pero estaba segura de que no había por ahí muchos tíos románticos.
               Aún así, Ana sabía que ella y Nando no durarían mucho tiempo si se decidía a intentarlo de nuevo.
                ¿Qué era lo que iba a intentar? ¿Sentir un hormigueo en la tripa cada vez que le veía? ¿Sentir cómo su corazón se aceleraba cuando hablaba por teléfono con él? Ana nunca había estado con ningún otro chico. Sólo había besado a un chico y ese chico era Nando. No tenía con quién comparar. Era penoso.
-Lo pensaré-decidió Ana.
-¿Lo dices en serio?-inquirió Tania.
-En serio...Sí...
               Por toda respuesta, Tania le dio un beso en la mejilla a Ana.
-No te vas a arrepentir-le aseguró.
-No te creas-admitió Ana-Ya me estoy arrepintiendo.

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